Columna publicada en los escombros del periódico La Catarina

miércoles, 30 de junio de 2010

La muerte de Evaristo

De una propuesta azarosa hecha por la Jefa de esta sección y un humor negrísimo nació Evaristo Galvanduque, pero sobre todo por la propuesta. El pseudónimo del quejumbroso incómodo y al mismo tiempo de la traición: límites inmediatos a la vista del mirón. Es una pena hacer una broma sin generar risas. Aunque, y no lo digo como pretexto, hay una alta competencia de payasos en el pueblo.

Evaristo, casi a manera de voz propia, se encargaba de subrayar cosas que, como en cualquier libro personal y en varios de la biblioteca, parecían relevantes a su juicio personal. En un momento en el que el periodismo universitario que excede las paredes de esta sección, se encuentra en un bache de cobertura, un desinterés periodístico y, sobre todo, un bache en cuanto a la actitud ante la información, un vigilante que espera a la realidad sentado en su oficina.

Oswaldo Martínez, uno de los fundadores de este periódico, recuerda como en sus principios un profesor le dijo que desde que La Catarina había aparecido las cosas empezaban a suceder en la UDLA. Porque había una devoción por indagar, una felina curiosidad mortal. Ahora las cosas ya no suceden, se respira un aire conforme, letras de un requisito para servicio social. Como si después de un posible hundimiento del barco, la tripulación agradezca sólo por mantenerlo a flote y no echarlo a andar a tierra firme.

La semana pasada recibí, de parte del mandamás de esta publicación, una sugerencia-condición de matar a Evaristo. Porque, cito a lo que mi memoria da, “en esta columna se expresan puntos altamente críticos que deben ser defendidos por su verdadero autor” osea, yo. Así que tomé su cuello entre mis manos, el de Evaristo por supuesto, y lo asfixié con indiferencia. Él no hizo ruidos y yo creo que hasta lo disfruté.

A las pocas horas unos compañeros me hicieron saber que, a diferencia de cuando me ocultaba cobardemente, ahora me respetaban. Agradecí su consideración y estuve a poco de bendecirlos, pero eso hubiera sido demasiado.

Horas más tardes recibí llamadas de ex miembros del periódico, ellos ante todo aclararían que no eran miembros de este periódico, sino del otro. Es impresionante lo ofensivo que se puede llegar a ser en distintas direcciones, eso es algo que extrañaré de Evaristo.

Y mientras se libran absurdas batallas de honor, aquellos que otrora fueran los de mayor propensión a la ofensa ahora se mantienen en silencio. Al resto, como siempre, no le importa algo que a decir verdad, no es muy importante. Aunque, una vez más ¿qué lo es? La nostalgia del desamor se diluirá, y la virginidad de la prostituta tal vez no abandone nunca su cama. Luego, con el tiempo, todo volverá a empezar. Pero tal vez no aquí, sino en otro estado menos priísta, en otra universidad privada menos voraz, con otra juventud menos frígida.

Descanse en paz, Evaristo Galvanduque y la madre que lo parió.

Ha muerto el rey. Viva el rey.

Miguel Trancozo

Aludildo


Disculpe usted si de repente soy vulgar, me resulta inevitable intentarlo y divertirme en el proceso. En números previos se me ha acusado, también, de hedonista, machista, irresponsable, inmaduro, intolerante, amargado, quejumbroso, remilgón, inmoral y cobarde. Tal vez alguno tenga razón, pero sólo soy un reflejo de la colorida comunidad de la que todavía formo parte.

Lo que más parece preocuparle a algún padre de familia disfrazado de profesor, es, en este orden: la experimentación con sustancias ilegales, el goce sexual, la falta de fe en el equipo de fútbol americano y la falta de fe absoluta en la palabra de la máxima autoridad de esta, nuestra casa de estudios. Por no mencionar la crítica a la vida que sustentan los colegios residenciales, al timonel de corte político al que nos encontramos condenados, o la lenta y silenciosa muerte que se le propina a este semanario; ya que esos son, evidentemente, males menores.

“Aquel que forme parte de esta institución y jamás se haya quejado de ella, que lance la primera piedra.” Diría, si no tuviera saber del monumento estatal a la hipocresía que contiene a este insignificante campus. Caerían piedras de manifestantes y huelguistas en mis ventanas, y con los fríos que anteceden al volcán, esto es de lo más indeseable.

Indeseable es, también, supongo, un columnista que ni su propio consejo editorial quiere publicar. Mea culpa. Esto es figurativo, me quiero explicar, ya que en estos últimos números se toman en serio las palabras que no lo son e ignoran las que sí, convenientemente.

En esas cartas-queja, para la sorpresa de nadie, se me manda a callar. Muy representativo de un lugar en el que, incluso la comunidad gay parece cerrada e intolerante, en donde los pavos se van volando sin dar noticia y el debate no tiene lugar.

Se ofende alguna señora por ahí, porque sugerí probar las drogas en un lugar en donde la sugerencia evidencia mi gran sentido del humor y la falta del suyo, se ofende otro por ahí porque yo digo que todos aquí repiten sin cuestionar las mismas opiniones en torno a, por ejemplo, los sindicatos, sin embargo a más de medio mes de la toma de Luz y Fuerza, no se ha abierto un debate al respecto dentro de la universidad, qué decir un debate, una mesa, un foro, algo. Los demás puntos son menos difíciles de evidenciar: los aztecas tocan el fondo del fondo, muy becados ellos todavía. Pero no todos los aztecas, los más grandes y alimentados sobre todo. Que quede claro que aquí aún hay deportistas universitarios que hacen mérito, así como aún hay una planta docente, cada vez más breve, que entiende su posición no sólo como la de un intermediario de conocimiento, sino como reactores del pensamiento, y sí, también quedan unos poquísimos alumnos que creen que la Academia no es un programa de televisión, aunque todo a su alrededor indique lo contrario.

Miguel Trancozo

Consejos de un tesista al recién ingresado a la burbuja

- No vivas en colegios residenciales, si lo haces, abandónalos en cuanto puedas. Encontraras momentos de alegría fuera del campus/burbuja.

- Desconfía de tus profesores de la forma más respetuosa posible.

- Conoce el Camino Real y luego abandónalo, después de un tiempo se vuelve monótono y triste.

- Ten una novia extranjera, pero no lo hagas cada semestre, te depreciará mucho. Luego acostúmbrate a decir adiós.

- Involúcrate con un proyecto dentro de la universidad hasta el punto en el que te des cuenta de que podría ser mucho mejor.

- Prueba las drogas que te ofrezcan pero procura no comprarlas, en Cholula les suben el precio.

- Cambia de amigos cada semestre, es la única manera auténtica y eficiente de alcanzar la tan preciada interdisciplinariedad. Además esto sucede casi involuntariamente, así que hazlo consciente.

- Toma todas las clases de oyente que puedas, estas suelen ser las que más apreciarás de tu carrera, irónicamente puede que sean las únicas que tampoco pagues.

- Evita ir al Tigre, por tu salud.

- Usa la biblioteca hasta que notes lo poco actualizada que se encuentra. Entonces usa sus sillones.

- Ten también una novia mexicana y ámala mucho, nadie te ofrecerá más compañía. Procura que no sea una que desee un embarazo a cambio de tu licenciatura.

- Ve a un partido de los aztecas para que digas que lo hiciste, de todas formas ahora sí están en una liga en la que puedan ganar y tal vez lo disfrutes.

- Exprímele a la universidad cada peso que inviertas en ella, muy pocos lo logran.

- No te apenes por dejar de saludar a la mayor parte de gente que conozcas. Les importas tan poco como ellos a ti.

- Si puedes, vete de intercambio. Bajo advertencia de volver para decepcionarte de muchas cosas.

- Exígele algo al Consejo Estudiantil, hazlo parecer imperante. Puede que sea de las únicas veces que les demanden hacer algo relevante.

- De tener beca, no te molestes en buscar algo que te llene, lo que sea que hagas no te gustará y solamente te quedará asimilarlo, mejor haz eso desde el principio.

- Ubícate en la carnicería en la que te encuentras parado, y regocíjate en la efervescencia hormonal que ésta despide.

- Una vez más: no vivas en los dormitorios.

- Procura conocer gente que no estudie aquí. O mejor, que no estudie.

- Compra una bicicleta, pagar estacionamiento es ridículo.

- Busca los cimientos de nuestra alma mater, te serán más entretenidos que la ficción. Después decide si cargas culpa u orgullo.

- Evita aplaudirle a la inevitable relación de la universidad con el gobierno del estado.

- Se cuidadoso de con quién bebes.

- No prestes libros ni películas. Aquí la gente desaparece con impresionante facilidad.

- Deja Cholula en cuanto termines, que igual pronto cansa.

- Disfruta a todas las mujeres que conozcas, disfrútalas tanto como puedas, que cuando salgas te darás cuenta de que afuera, en la realidad, son menos guapas y jóvenes, en general disfruta de lo que puedas sin dejar de cuestionar por qué, cuando todo termine, se convierte en algo que muy lejano a la realidad.


Evaristo Galvanduque

Sindiquiet

La H. Planta docente de la universidad salta en un tombling, como hay unos más gordos es normal salpicar a los más chamacos, que como salen volando igual se vuelven a trepar. Cuando alrededor sólo había milpas y la vida era en blanco y negro, los académicos exigían garantías y regulaban, digamos, el peso y el brincar de los que se subían, para evitar accidentes, por seguridad.

A grandes rasgos una universidad privada se distinguía porque, además de tener mujeres más guapas, congregaba a estudiantes-clientes, y con el dinero que entraba alguna superioridad se ofrecía cambio (aunque esta, en muchos casos, se quedara en el punto de las mujeres). Con tiempo y una lupa de no tan alto calibre, es fácil notar que una segunda distinción de sus populares y públicos símiles, es un cuerpo académico laboralmente desprotegido, vulnerable, segregado.

Por supuesto, estos no es cosa de universidades y cómo se iban a poder salvar. La tendencia es encuerar. Derivado también de una historia muy sucia de los sindicatos mayores, liderado por el salón de la fama de monstruos mexicanos: Elba Esther o el siempre momia Fidel, por ejemplo. Pero hay muchos más igual de monstruos, y como de aliados tenían a los órganos estatales los privados prefirieron prescindir de ellos. Y así, en aras de evitar la mafia se silenció a los trabajadores, se les limitó a decir buenos días y pasar su tarjeta. A mover la cola cada quincena.

Cada vez quedan menos organizaciones de defensa al trabajador. Sí, los que hay pueden ser sucios y detestables, pero no menos que las instituciones de las que dependen. Peor: no menos que aquellas instituciones sin sindicatos. Algunos sindicatos carecen de transparencia, sí, pero la solución no es desaparecerlos, de ser así la democracia se hubiera abolido hace mucho.

La Compañía de Luz y fuerza fue tomada por policías federales, se atisba un devenir en obscuridad. Mientras universidades como esta se convierten en incubadoras de crueles patrones, o lo que es mucho peor, de más empleados subordinados para los que la palabra sindicato, sentados en sus cubículos, les provoque escalofríos y ni siquiera sepan por qué. Universidad-fábrica de robots programados a repetir las palabras de su rector, de sus profesores de negocios: más empresas más empleo. Lo qué no dicen es qué tipo de empleos.

No es necesario un vistazo a la maquiladora fronteriza, ni un puñado de historias jodidas. Basta con ver alrededor, preguntarle a un profesor si se siente satisfecho, si cree que le pagan lo justo, si siente el gasto de su honorarios comparable con el gasto en jardines. Preguntarle lo mismo al de intendencia, a la secretaria, o al jardinero, sería un drama mayor que, para este texto, raya en la cursilería.

Las casas están vacías, queda el rastro de un escudo que alguna vez estuvo allí, como la silueta de un sillón en un rincón, el tapiz despegándose de la pared, sólo siluetas. Un ciego sentado observa el letrero, espera a que vengan a pegarle el código de barras. Entonces recuerda: - pero yo no soy ciego, soy mudo.


Evaristo Galvanduque

Sombra aquí, sombra allá, persígueme, persígueme


Qué cosa tan terrible los anglicismos, pensaba cuando entré a la universidad, a la cual he procurado evitar llamar la uni. Mera desidia, supongo. Sin embargo, hubo uno al que no me resistí por la perversión que implicaba: stalker.

Por la naturaleza de escaparate que tienen los pasillos universitarios es fácil que la cautelosa y premeditada observación se convierta en un ritual de espionaje, lo cual hace ya unos años era facilitado aún más con el sistema de Intranet local, que permitía que con un solo click se desplegara la foto, nombre completo y horario de la rubia de piernas largas de la esquina o del malhadado con nextel en altavoz. De cualquier estudiante, pues.

La actividad de stalkear (que inevitablemente me hace pensar en una estocada) en ese entonces era un hermoso ir y venir entre el Voyeur y la exhibición, el perseguidor y el objeto del deseo, la mirada silenciosa y anónima, la versión universitaria más cercana al groupie y al rockstar.

El sistema, en un principio justificado como una manera de garantizar la organización para los trabajos de equipo, fue cerrado por temor a los secuestros que podría propiciar el carácter público de los horarios. En ese momento muchos perdieron a la mujer de sus sueños, pero los sueños no cesan y la pasión por observar en secreto tampoco. Por fortuna Facebook apareció al poco tiempo, pero por un momento el panorama para los vigilantes de lo cotidiano parecía sombrío en la universidad.

En cambio, durante la administración de Palou, la idea del Peeping Tom (otro irresistible anglicismo) universitario renació. Las cámaras de vigilancia, que hasta ese entonces sólo se veían resguardando equipos costosos, comenzaron a brotar por pasillos, zona habitacional y puntos de reunión. La mirilla de la puerta ahora develaba más. Detrás de la puerta se podía escuchar una respiración, se alcanzaba a ver una caprichosa sombra tras el espejo.

Luego, durante el breve y desafortunado periodo del administrador Langdon, las cámaras se instalaban de un día para otro en los lugares donde los becados hacían muestra de su inconformidad. Para ese entonces el equipo de seguridad dirigido por Kim cargaba ya con cámaras fotográficas y de video, quizá no siempre, pero como buenos amantes de la inofensiva mirada, sabían detectar el momento preciso para portarlas y sobre todo, usarlas. El problema con esto fue que los métodos se volvieron cada vez más vulgares. Un buen Voyeur sabe valorar la discreción de su empresa.

Como decía, paralelo a este proceso apareció Facebook y se popularizó descomunalmente. La ausencia del horario es difícil de extrañar cuando se puede tener acceso a las fotos de la misma rubia de piernas largas de la esquina en bikini y, oh placer, sin que ella se entere de que lo haces. Por otro lado, la vigilancia continúa en el campus; existe una habitación en la que a diario se observa a la comunidad en un enorme collage de imágenes en vivo y, oh demencia, sin que nosotros sepamos qué es lo que se hace con ellas.

Evaristo Galvanduque en colaboración con Eva Cáustica

La ficción que no parece ficción


El rincón de lo no real, recurso básico de la expresión artística, ha sido una herramienta de ayuda a la reflexión que no siempre fue bien vista, Jesús Silva-Herzog Márquez lo narra más apropiadamente “la metáfora era enemiga mortal de la ciencia y, por ello, contrincante de la paz. La imaginación, una sensación empobrecida.”. Es decir, la ficción ha tenido en la historia un actuar rebelde por naturaleza, analítico y expositivo.

En los últimos años se ha visto, principalmente desde Latinoamérica, algo que parece una declaración de guerra contra lo ficticio hecha desde la propia ficción, una declaración en contra de la magia de la pobreza, en contra de la idealización del indio y del heroísmo nacional, eso, en contra del heroísmo sobre todo. Una declaración que es una reacción a las vacas sagradas de la creación latinoamericana, Fernando Vallejo resume de esta forma:

En este negocio el que no es poeta o novelista de tercera persona se quedó colgado del trapecio en el aire fuera del circo. Qué más da. ¡Cómo va a saber un pobre hijo de vecino lo que están pensando dos o tres o cuatro personajes! ¡No sabe uno lo que está pensando uno mismo con esta turbulencia de cerebro va a saber lo que piensa el prójimo! ¡Al diablo con la omnisciencia y la novela!

Pero no sólo es Vallejo, que logra su ficción a través de una primera persona que, a la distancia, parece tratarse de textos autobiográficos, no, también es Roberto Bolaño y un impresionante abanico de voces logrado a base de lo cotidiano y lo aparentemente real. El escritor mexicano y ocasionalmente cantante y videoasta, Julián Herbert, se resguarda en la introspección sumida en una cloaca que lleva mierda, ni mierda más apestosa ni mierda mágica. En la pintura está Víctor Rodríguez, hiperrealista mexicano que iguala la estética de la fotografía y hace de una polaroid una compleja expresión que discurre entre la tecnología y lo humano, una búsqueda de lo abstracto en lo habitual. Por su parte, en el cine, destaca el dúo Carlos Reygadas – Amat Escalante, dúo negado pero imposible de apartar que, con sus obras, se separan drásticamente de los afamados “tres amigos” (pronunciar como gringo en vacaciones) de la ficción fantástica y hollywoodesca: Cuarón, Iñarritu y del Toro. El Batman y Robin del neorrealismo mexicano, han hecho su ficción a partir de personajes que no son actores y que, a la vieja usanza de Eisenstein, son personas haciendo ante la cámara lo que normalmente hacen en su vida.

Estas reacciones son gritos desesperados ante una ficción que se volvió mentirosa e ilusa, reacciones ante la toma indiscriminada de la literatura versión Disney, del romance según la telenovela. También son reacciones ante una realidad que parece cada vez más ficticia, más “de película”: crisis viral seguida de sismos seguidos de más sismos seguidos de fanáticos religiosos disparando en el metro o secuestrando un avión, todo en un tenso clima apocalíptico de crisis económica y ecológica. En fin, son reacciones que resultan naturales y sobre todo coherentes. Lo que resulta sorprendente es que aquí, en este insignificante microcosmos, parece hacerse todo lo posible por hacer de la realidad algo más ficticio, más soportable y estético, como la belleza de una iglesia soportada por una pirámide aplastada.


Evaristo Galvanduque

El opacado ante-bicentenario

El patriotismo es tu convicción de que este país es

superior a todos los demás porque tú naciste en él.

George Bernard Shaw

Una festividad es cuando tú celebras algo que está todo terminado, que sucedió hace mucho tiempo y ahora no queda nada que celebrar más que lo muerto.

Abraham Polonsky

Ciertamente, este día de la independencia se encuentra profusamente opacado por el siguiente, el del próximo año, el bicentenario, no el año previo, ni el de después, extraño fanatismo por los números cerrados.

Hace un par de años, en un congreso celebrado en el Tec de Monterrey Estado de México, Mcluhan Jr. presentó una ponencia, en ella exponía su fuerte creencia en los ciclos históricos, desde el evidente paralelismo entre Roma y Estados Unidos hasta el, también evidente, ciclo centenal de la historia mexicana, o mejor dicho, de la Historia Mexicana.

Aún así, en un lugar donde la celebración pende del pretexto más alcanzable, los 199 años de patria tienen su propio encanto: en Cholula se viven los fanáticos aires de feria que entintan el cielo de pólvora quemada, en Puebla volverá a clamar patria uno de sus gobernantes más convenientemente penosos, además habrá box y todo indica que la selección tiene su lugar asegurado al mundial (aplausos).

Mientras la televisión, tan ridícula ella, no deja de presentar caricaturas de los héroes patrios y termina de pintar arquetipos burdos de lo mexicano.

En los países que fundaron el estado nación, el patriotismo es especialidad de los viejos y la derecha, los cuales suelen estar vinculados aunque aquí en el campus no lo parezca. En cambio aquí el patriotismo, además de ser cursi y vulgar, parece más vinculado a la ignorancia, y es que sólo un ignorante podría estar orgulloso de los cimientos de esta nación.

Por supuesto que, de imponer tanta exigencia a los días festivos estos se dejarían de celebrar, el comercio de banderitas y fuegos artificiales cesaría y la sola mención del día de los inocentes sería una broma de mal gusto. Entonces eso deja dos posibilidades en una pregunta: ¿es más absurdo celebrar una festividad o cuestionarla?

Por lo menos dentro de la academia a nivel superior se procura estar al margen. Afortunadamente en la universidad se aprecia una reluciente ausencia de parafernalia nacionalista y, a menos de que la tengan guardada para el 5 de mayo o el día nacional del PAN, parece no haber muchas intenciones de sacarla. La incongruencia viene a nivel básico, donde la propaganda nacionalista no se inhibe y da un despliegue de marchas y cánticos militares que resulta inconsistente con el largo de la vida escolar.

Pero mientras los antojitos y el pozole se sirvan por montón, el mariachi sople como su última voluntad y el tequila fluya por las gargantas de los comensales, entonces habrá un refugio ideal para todos los mexicanos, luego volveremos a nuestra zanja tricolor a increparnos los unos a los otros, mientras cuidamos de nuestras madres.

Evaristo Galvanduque

Esto no es una pipa

Uno de los cuadros más famosos de Magritte, evidenció la paradójica relación entre las palabras, las imágenes y las cosas. La representación no es lo que representa, tema que después retomara Foucault en un ensayo titulado de la misma forma. El cuadro, esencialmente (ya que existen varias versiones del mismo), muestra la imagen de una pipa con la leyenda ‘ceci n’est pa un pipe’ debajo de ella.

La negación de la pipa, y para no profundizar más en esto, se puede limitar a su carácter tangible, es decir, la representación pictórica de una pipa no es una pipa, la palabra pipa tampoco lo es, de ahí el debate sigue pero no es relevante para este texto.

Esto no es La Catarina

Hace ya algunos años se publicaba un periódico con el mismo nombre que el que ahora tienes en las manos, aquél periódico pasó por un complejo proceso de censura, el cual no es momento de abordar. Ese semanario fungía de dos formas para ser un periódico universitario: una ventana al espacio público de la universidad, es decir, una función meramente informativa y, simultáneamente, se desarrollaba como un taller de periodismo, su función pedagógica.

Después de pasar por un equipo editorial impuesto por el rector escritor, de los que no se puede decir algo bueno, ha quedado un equipo que más bien poco o nada tiene que ver con ellos. Un equipo que a diferencia de los equipos previos a la censura, no cuenta con un profesor asesor con experiencia en periodismo, o ni siquiera, no cuenta con un asesor, un asesor que haga de la actual Catarina un periódico universitario. La razón, según el vicerrector (que por un tiempo tomó el papel de asesor cuando solamente firmaba horas del servicio social) es que no hay presupuesto, cuando en realidad no hay nadie que quiera estar al frente de una Catarina ultrajada, de los restos de una Catarina que no es La Catarina, de una Catarina que no es un periódico universitario, en todo caso, como el cuadro de Magritte, es sólo la representación de uno.

Además de la representación de un periódico universitario, queda un nido de servicio social, un equipo huérfano que se mantiene a flote sin dirección, eso, un equipo náufrago, queda un medio universitario que cada vez se lee menos, un medio sin rigor periodístico y con muchas fallas que pueden pasar sin corrección.

Y así como las palabras se desvanecen en el tiempo, sin la atención adecuada este semanario también lo hará. Cuando el momento llegue se recordará a la administración de Palou como la que censuró, pero la administración actual será la que no hizo nada para revertirlo, la que lentamente dejó morir, en silencio, con los ojos vendados. Lo cual al final no sería del todo una sorpresa por una sencilla razón:

Esto no es una universidad.

Evaristo Galvanduque

Escopetas transparentes

El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo invisible.

Oscar Wilde

Frente a la entrada de autos de la universidad, prestigiada universidad, hay una parada de autobuses en ruinas: los cristales publicitarios están rotos, el techo algo caído y en la banca, no siempre pero frecuentemente, hay un hombre que algún día amanecerá muerto. Un vagabundo que rigurosamente se echa en los escombros de la parada y pasa el día ahí, a veces dormido, a veces viendo a los también prestigiados transeúntes que evitan la mirada de su lugar, que ignoran deliberadamente su cabello graso y sus harapos oscuros, y que seguramente ignorarán ese olor a muerto cuando el tiempo llegue.

Es un acto único el de invisibilizar, y no sucede únicamente ante la inconmensurable miseria que rodea al cómodo no-espectador. Por ejemplo, entre los pasillos que conducen a las aulas, el comedor y las mesas para tomar café dentro de la universidad, se pasean los protectores del gran tesoro, de los papales preciosos, del dinero para los cajeros; se pasean ellos ostentando unas escopetas que fácilmente dejarían sin cabeza a aquél que quisiera jugarle al Robin Hood con los tamemes. Naturalmente, resulta incómodo, ofensivo y desconcertante tener presencia armada dentro de la universidad, por lo tanto los universitarios hacen con los guardianes del dinero lo mismo que con el vagabundo de la entrada, convierten sus armas y presencia invisibles, hacen una oda al acto de voltear a otro lado, desviar la mirada y desaparecer sujetos del panorama general.

A diferencia de la tristísima vida del borrachín que, insisto, pronto amanecerá muerto, la presencia armada dentro de la universidad es algo que sí puede ser modificado por la comunidad universitaria (posiblemente la vida del borrachín también, pero quién dice yo). Los límites del campus prohíben la entrada a elementos policíacos (afortunadamente), ¿por qué abrir sin queja alguna las puertas a los escopetados protectores? ¿El preciado transporte no podría ser escoltado por nuestro propio cuerpo de seguridad interno?

Lo más seguro es que este tema ni siquiera se considere pertinente o relevante en las mesas del Consejo Estudiantil, mucho menos en las de la administración. Sin embargo, es imposible negar que en el acto de voltear la mirada se permite y se asiente la sumisión, se pierde por un minuto la sensación de estar en una Universidad. O todo lo contrario, es esa presencia el gesto más sincero de una institución para la que lo más importante es lo que los armados protegen.

Evaristo Galvanduque

Vive México, de verdad


Este pueblo no sabe

México está ciego sordo y tiene hambre

la gente es ignorante pobre y estúpida

necesita obispos diputados toreros

y cantares que le digan:

canta vota reza grita

Jorge Hernández Campos

Los camiones londinenses llevan impresa en su cajón de publicidad la pirámide de Cholula, lo mismo sucede en los espectaculares del aeropuerto de Berlín o con una plana completa de una revista de modas abandonada en una peluquería en Tokio: se le invita a todo aquel que gane en divisas superiores a la nacional a que venga, que venga a usar sus plásticos preciosos y ayude a engordar a nuestros ya gordos magnates (como si fueran nuestros y no al revés).

Vengan pues, franceses en pantalones de Aladino, gringos en flip-flops, españoles de grandes arracadas, pasen a ver los monopolios y las putas con cesárea, los infantes cadavéricos que deambulan en las esquinas, las ratoneras suburbiales (si es que las casetas de cobro son todavía suburbios), las voces oficiales y las familias bien; sean ustedes recibidos por una población huevona, hipócrita, ignorante, racista, diabética, ladrona, violenta, indolente, postrada, desleal, embustera, lánguida, resentida, mentirosa, conformista, jodida, millonaria, mojigata, santurrona, mediocre, vulgar, machista, salvaje, ilegal, retrógrada, priísta, panista, puta, alzada, recogida, arrastrada, ninguneada, violentada, polarizada, antidemocrática; pero eso sí, muy amable al momento de cobrar: la famosísima hospitalidad mexicana. Vengan que serán bien recibidos, vengan que se ha montado todo un espectáculo para ustedes: calles de concreto, iluminación pública, centros históricos remasterizados (sí, como El Exorcista o Star Wars), remojón de aeropuerto, el Caribe a dos patadas, pueblos mágicos – poblaciones museo (con sus muchísimos niños de molde dispuestos a abrazarlos y tomarse una foto con ustedes), drogas accesibles, cerveza Corona al por mayor, y seguridad, mucha seguridad (se mida como se mida ésta).

Sin embargo, un resfriado del subdesarrollo ha sido una pesadilla financiera no sólo para la escuela de verano de nuestra H. Casa de estudios, sino también, y más, para la expectativa de las mucamas, los meseros, los taxistas, las putas, los recepcionistas, los guías que todo-lo-saben, los profesores de español, los latin lovers, los mexican curious, los amigos internacionales, los niños de molde y los palaperos, entre otros muchos para los que la carencia de cabellos rubios, negros enormes y ojos rasgados significa más horas de esclavo por menos papel moneda. Oficios a los que con tiempo, todos deberemos de aspirar.

Claro, esto puede ser sólo una exageración, una tropelía de una columna que no deja de ser local, un disparate desde la quejumbrosa necedad. Por eso mejor pase y juzgue, por eso Vive México, de verdad.


Evaristo Galvanduque

Que la ley esté con ustedes


Sobre las banquetas algunos cholultecas se embriagan sin pudor, ojos enrojecidos, como ensangrentados, contemplan el transitar cotidiano del pueblo, con anforita en mano en la respetable ‘oh gran vía pública’, los borrachines locales dan muestra del oficio del alcoholismo en vasitos desechables, fuera de las misceláneas o en las esquinas con sombra. Si un protector de la vía, digamos una patrulla, pasa frente a estos sujetos, los ignora o los saluda, sin embargo su reacción es completamente distinta cuando se trata de un no-local con chela en mano. El cuál recurrirá al asiento trasero de la patrulla o al pago inmediato de derechos.

Las preferencias al aplicar la ley hacen de ésta un absurdo absoluto, de ésta y de los encargados de aplicarla. Lo mismo aquí con elementos de seguridad encubriendo a un agresor desnudo o en mayor escala con el ejército mexicano arreglándose a balazos patrocinados por los gringos. Las medidas tomadas para establecer la ley contradicen a la misma en algunos casos, en varios desestabilizan el bienestar social, porque la ley no es más que un pretexto de quien la dicta, medidas de control con fines lucrativos.

No es posible, por ejemplo, que los bancos estén diseñados para beneficiar únicamente al rico y robar al resto de sus jodidos tarjeta-habientes, eternos deudores plásticos. Aquí recuerdo la famosa cita de Brecht: ¿Qué es el robo de un banco en comparación con fundar uno? Si la ley en verdad tuviera raíz en la justicia social, los balazos del ejército no irían dirigidos a las costillas de algunos analfabetas norteños millonarios que le hacen al Capone contemporáneo, no, irían dirigidas a las corbatas de diseñador de los fundadores de estas casas de robo legitimadas, a sus piernas cubiertas por pantalones de vestir, a sus costosos lentes que les ayudan para contar el botín.

Qué pasaría si las graduaciones universitarias se celebraran cerrando las calles deliberadamente, si el gobernador en turno hubiera sido juzgado en verdad, si los hijos de la ex primera dama fueran quemados en sus propiedades robadas, si la historia le recordara a los Jenkins los orígenes de su fortuna. Qué pasaría si se dibujara algo de justicia a través de las leyes. Jamás en este mundo, jamás en este país.

En las escuelas de derecho enseñan a exprimir la ley como una naranja a conveniencia, en las escuelas, en general, se enseña poco de justicia, al contrario, se reproducen los modelos de robo legal, de estafa profesional, de saqueo con guante blanco.

Observemos mientras el penacho de Moctezuma en un museo austriaco, en la espera por alguien que sí lo pueda devolver. No hay superhéroes ni leyes, agárrese del barandal y disfrute el viaje sin apegarse, que todo lo perderá.


Evaristo Galvanduque

No hay nada que celebrar


Con qué motivo lanzan cohetes al aire, luces de colores que se extinguen en segundos sobre sus cabezas, estallidos volátiles contaminantes. No sólo los fanáticos religiosos locales. Aquí se celebra el periodismo universitario desempolvando una historia que se prefiere enterrada, pero desempolvar no es desenterrar, soplar no es develar. Aunque a quién le interesa develar cuando se puede celebrar un aniversario más, cuando se puede brindar por un medio que enaltece a unos cuantos, molesta a otros pero sobre todo, pasa inadvertido ante la mayoría.

Nada importa mientras se pueda festejar. Nuestros representativo nacional, por ejemplo, celebró recientemente haber goleado a un equipo que no daba más que tristeza, más tristeza aún ver el goce de cada gol anotado en los connacionales. O lo que es peor; por las carreteras, en la televisión, en las construcciones: nuestros gobernantes no dejan de recordarnos el gran evento del bicentenario que se aproxima. Bicentenario de mentiras, de abusos, de robos, de muerte, muerte y muerte. Muerte en nombre de esta gran nación que no hace más que joder a sus ciudadanos, sin pedir perdón ni permiso; muerte sangrienta y violenta para resguardar los intereses de esas poquísimas familias que en estos doscientos años no han hecho más que contar su dinero, cuentas ascendientes llenas de falaz democracia, igual de falazmente reproducida en nuestras aulas.

Que desagradables sonrisas de orgullo veo en sus festividades, en los cholultecas que cargan su virgen de madera por las calles, en la mirada tierna de la extranjera rubia que abraza a un niño pobre moreno (o pobre niño moreno) para la foto, en los militares hieráticos que disparan al cielo frente al presidente reafirmando su servil y reemplazable existencia. No se dan cuenta: no hay nada que celebrar.

No hay nada que celebrar a doscientos años de una tierra de nadie, de analfabetas violentos, de empresarios ambiciosos sin escrúpulos ni consideración, cómo se atreven a festejar en medio de decapitados, de media población miserable y de otra mitad temerosa; no hay nada que celebrar tampoco ante una academia en orgía pública con una clase política asesina, cegadora y grotescamente millonaria, con su generación de estudiantes sin juventud, sin consciencia ni miramientos para el de a lado; por qué celebrar esta carnicería de mercado que a todos rincones ha infectado, sin posibilidad de decir ‘no gracias yo no le entro’. Nada que celebrar cuando incluso los banqueros, por primera vez se dan cuenta de que han hecho mal, de que robaron de más, cuando el racismo positivo disfrazado de corrección política elige presidentes, o peor, cuando ellos se eligen solos a como de lugar, nada que celebrar con los millones de católicos que no hacen nada más que parir y rezar, sobre todo nada que celebrar en este estado retrograda, hipócrita y olvidadizo, con sus decenas de revistas de sociales, con sus familias de alcurnia, con su gobernador cínico.

No hay nada que celebrar, pero no por eso dejarán de tambalearse los jóvenes en Camino Real, no por eso dejarán de cerrar la calle para bailar en colectivo en la 6 Oriente, no por eso dejaré de aplaudirle a la muerte cada cumpleaños.


Evaristo Galvanduque

Esquizomicetus


cuando Cristo empezaba

ya pensaba todo el tiempo

en la cruz

si me bajara de ésta

aquí

sería tan sólo para encontrar una mejor

Charles Bukowski

Camino por las calles de este colorido pueblo estudiantil, turístico, comercial. Por las mañanas me cruzo con el seductor olor de un carrito de tamales entre rítmicos camiones gaseros, por las noches brinco sobre el vómito de alguna mujer en minifalda. Un pueblo tan gráficamente rebanado que atrapa, sobre todo a la mirada temporal, la mirada morbosa y autocomplaciente. Mientras camino no puedo alejar de mi una fuerte sensación de desperdicio, eso que sucede alrededor, jaula que me condiciona, no es más que un rollo de papel mojado inutilizable, sobras de buffet: la vida misma (pasando ante mi).

Al principio quiero creer que aquello lo piensan mis ojos de privilegio aparente: sin trabajo, sin hijos, sin hambre, sin enfermedad. Pero no. Lo veo también en el despilfarro de los fanáticos religiosos, de los obesos mórbidos, de los estudiantes de trámite, en las amas de casa sumisas, en los profesores en serie, en el hombre que empuja el carrito de tamales, y lo vuelvo a ver en el cruel espejo.

La idea de desperdicio se despliega, se abre como abanico y todas sus posibilidades caben en el instante: que menospreciada vive la Fotografía. En el panorama por el que camino se desdobla el bagazo ciudadano, generacional, profesional, intelectual (en el sentido más estricto de la palabra, por supuesto), laboral, personal, hasta llegar al existencial. El tiempo que nos contiene no es más que la banda transportadora de las vacas de un rastro. Pero éste es más jodido, es hipócrita consigo mismo, celebra lo inexistente y niega lo inevitable, la permanencia en la banda es objetivo festivo. En el trayecto se hace lo posible no sólo por mantenerse en ella, sino por decorar el rastro, por disfrutar; la carne mata por pasar por los territorios más limpios del recinto, cuando al final es la misma sangre que escurre por sus canales, el mismo olor a muerte, el mismo desperdicio de lo que sucede en el recorrido.

Esto en ningún momento pretende convocar a los suicidas a un ejercicio colectivo ni mucho menos. Aunque la imagen baila con el absurdo, el sentir inspira motivación en el desempeño de mi propio desperdicio, me provoca querer poner la canción óptima para danzar con el mío, burlarme de él y besarlo sin agradecer.

En la fotografía de este pueblo el son últimamente parece soso y el ritmo predecible, seguramente como el que guía mis pasos, seguramente como ha sido siempre. Todo es lo mismo.


p.

martes, 29 de junio de 2010

Pantano de la pestilencia


El agua corre por los ríos o se regocija en el revolver marino; siempre se mueve. Si no fluye se estanca, y nosotros somos agua. Nuestra economía por ejemplo, es un estanque lleno de mierda. Acumulado en depósitos, contaminado, agua que no se mueve de lugar. Recursos concentrados en unas cuantas albercas artificiales, cloradas cada mañana para evitar que apeste.

La conciencia social del mercado japonés, en sus generalidades de distribución, admite una alta de precios en la venta final de sus productos con tal de mantener el agua corriendo: la economía salpicando a varias familias para poder comer.

Aquí, en cambio, la mayoría de las familias viven secas. Con la piel cuarteada, los labios blancos, las costillas asomadas. Mientras otras, poquísimas, tienen a sus hijos con la piel arrugada de tanto sumergirlos. Son buzos profesionales que ennegrecen lo que otrora fue transparente. No existe un sistema de riego que distribuya la abundancia del líquido que se echa a perder.

No sólo es la economía a donde se extiende la también estancada analogía. El poder político se encierra y envejece conservado: gordos en abundancia, mafia pueril, asesinos autosustentados. Algunos se apoyan en la metralleta de oro, otros en la paridora cruz divina, unos menos en el pauperrimo ignorante; en algunos casos utilizan la academia como trampolín, en otros lo utilizan como colchón. Todos tienen el mismo salpicar en los ojos, gotitas de poder que nublan la vista.

Si no son los políticos son la fronteras, inspiradas en la rancia idea del estado nación, cada vez más aplaudido con efecto de los doscientos años de (sólo) aparente independencia y cien de la revolución de la institución. Las fronteras que matan, al sur y al norte, fronteras de lo otro, de lo ajeno, del sueño que se hace pesadilla. Delimitan el estanque de una población putrefacta, pestilente; desesperada por salir de él, así deje mujeres y niños detrás, únicos habitantes de los pueblos olvidados: pueblos sin hombres, pueblos de remesas y varillas al aire.

Basta con echar una mirada a lo que todavía flota, entre latas y deshechos. Homenaje al escritor del estado, con medalla y reverencia; deportistas mediocres aspirando a cargos públicos o retiros cómodos; ladrones uniformados con la insignia nacional, militares obstruyendo civiles; guerras territoriales entre mafias, oficiales o no; televisiones hipnotizantes, llenas de mentira, tomadas con descaro; democracia muerta, pestilente, como pez flotando en agua residual.

Nuestras aguas requieren de un filtro y una distribución urgente, se acumulan en demasía y se les mantiene estáticas. Pocas son las llaves que se abren a granel para encharcar los pies, para lavarlos de la porquería que se pisa alrededor. La sequía se aproxima, en ciudades fundadas sobre abundantes brotes acuíferos. Fluyamos pues, como el agua que somos, hacia dónde sea, pero dejemos de apostarle al mediocre contenedor inmóvil y condescendiente. A nuestro pantano de la pestilencia.


Evaristo Galvanduque

Democrápula


La diferencia entre una democracia y una dictadura es que en la democracia tu votas primero y recibes ordenes después; en la dictadura no tienes que perder tu tiempo votando.

Charles Bukowski

Se vienen los días de elección. Algunos pocos estudiantes, cada vez menos, se comprometen a representar a sus compañeros. Para lograrlo se hace una representación estudiantil de nuestra putrefacta democracia. Con reglamentos absurdos, propuestas superficiales, debates pueriles y reggaeton, mucho reggaeton. Sin duda alguna, esto habla de lo bien simulado que se encuentra el popular sistema.

Uno de los fallos iniciales, como en la política de estado, es el limitado poder para realizar mejorías notables que tendrán los candidatos a elegir. No así el que tendrán para empeorar notablemente las condiciones, como ha sucedido con Consejos Estudiantiles previos.

Y es que, lo que más le interesa al afable y sabio estudiantado de la UDLA poblana, son las fiestas que llevarán a cabo sus representantes, o menos, tal vez le interese simplemente que su conocido gane, y eso ya es mucho, contra lo que tienen que luchar generalmente es contra la abstinencia electoral. Una vez más, la democrática representación es veraz con su entorno.

Es decoroso recordar fraudes previos, como el llevado a cabo por una mesa de Derecho hace un par de años; o los abusos de poder mezclados con falta de acción del ex presidente yucateco Everd Dzib, que a la usanza de vieja escuela priísta, posaba para las fotos y los aplausos mientras ignoraba o aumentaba la adversidad de las aulas que representaba. Siempre se le recordará como el representante estudiantil que fue muy amigo de Palou.

Este parece un buen momento para pensar en la verdadera autonomía de un consejo estudiantil representativo y académico, pensar en sistemas como el estadounidense o el inglés, en los que las responsabilidades y facultades del consejo son mayores, digamos en comparación, verdaderas. Sistemas en los que el estudiante con alguna duda no piensa a primera instancia en pasar al CACE, si no con sus representantes homólogos, que aspiraron al puesto para servir, no para ‘hacer curriculum’ o perseguir un irrisible poder, ni para ser amigos de la administración, si no meros intermediarios entre ellos y el estudiantado.

Por su parte, el sistema de espionaje electoral se concentra más en que se respete su banderazo de salida para proselitismo, que en establecer un buen filtro de candidatos al poder estudiantil, uno que no se limite a revisar los promedios de los aspirantes.

Sin embargo, no resulta ni lejanamente posible pretender una representatividad académicamente eficiente, ya que la comunidad estudiantil seguirá recibiendo los representantes que se merece: que los sigan invitando a mover las caderas, a ponerse coloridas playeras de algodón de manufactura asiática, a pagar una módica cantidad por tener acceso a las privadas fiestas UDLA. Por eso, compañero estudiante, siendo democráticamente correcto, lo invito a que pase a votar.

Evaristo Galvanduque

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