Columna publicada en los escombros del periódico La Catarina

miércoles, 30 de junio de 2010

Aludildo


Disculpe usted si de repente soy vulgar, me resulta inevitable intentarlo y divertirme en el proceso. En números previos se me ha acusado, también, de hedonista, machista, irresponsable, inmaduro, intolerante, amargado, quejumbroso, remilgón, inmoral y cobarde. Tal vez alguno tenga razón, pero sólo soy un reflejo de la colorida comunidad de la que todavía formo parte.

Lo que más parece preocuparle a algún padre de familia disfrazado de profesor, es, en este orden: la experimentación con sustancias ilegales, el goce sexual, la falta de fe en el equipo de fútbol americano y la falta de fe absoluta en la palabra de la máxima autoridad de esta, nuestra casa de estudios. Por no mencionar la crítica a la vida que sustentan los colegios residenciales, al timonel de corte político al que nos encontramos condenados, o la lenta y silenciosa muerte que se le propina a este semanario; ya que esos son, evidentemente, males menores.

“Aquel que forme parte de esta institución y jamás se haya quejado de ella, que lance la primera piedra.” Diría, si no tuviera saber del monumento estatal a la hipocresía que contiene a este insignificante campus. Caerían piedras de manifestantes y huelguistas en mis ventanas, y con los fríos que anteceden al volcán, esto es de lo más indeseable.

Indeseable es, también, supongo, un columnista que ni su propio consejo editorial quiere publicar. Mea culpa. Esto es figurativo, me quiero explicar, ya que en estos últimos números se toman en serio las palabras que no lo son e ignoran las que sí, convenientemente.

En esas cartas-queja, para la sorpresa de nadie, se me manda a callar. Muy representativo de un lugar en el que, incluso la comunidad gay parece cerrada e intolerante, en donde los pavos se van volando sin dar noticia y el debate no tiene lugar.

Se ofende alguna señora por ahí, porque sugerí probar las drogas en un lugar en donde la sugerencia evidencia mi gran sentido del humor y la falta del suyo, se ofende otro por ahí porque yo digo que todos aquí repiten sin cuestionar las mismas opiniones en torno a, por ejemplo, los sindicatos, sin embargo a más de medio mes de la toma de Luz y Fuerza, no se ha abierto un debate al respecto dentro de la universidad, qué decir un debate, una mesa, un foro, algo. Los demás puntos son menos difíciles de evidenciar: los aztecas tocan el fondo del fondo, muy becados ellos todavía. Pero no todos los aztecas, los más grandes y alimentados sobre todo. Que quede claro que aquí aún hay deportistas universitarios que hacen mérito, así como aún hay una planta docente, cada vez más breve, que entiende su posición no sólo como la de un intermediario de conocimiento, sino como reactores del pensamiento, y sí, también quedan unos poquísimos alumnos que creen que la Academia no es un programa de televisión, aunque todo a su alrededor indique lo contrario.

Miguel Trancozo

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