Columna publicada en los escombros del periódico La Catarina

miércoles, 30 de junio de 2010

Que la ley esté con ustedes


Sobre las banquetas algunos cholultecas se embriagan sin pudor, ojos enrojecidos, como ensangrentados, contemplan el transitar cotidiano del pueblo, con anforita en mano en la respetable ‘oh gran vía pública’, los borrachines locales dan muestra del oficio del alcoholismo en vasitos desechables, fuera de las misceláneas o en las esquinas con sombra. Si un protector de la vía, digamos una patrulla, pasa frente a estos sujetos, los ignora o los saluda, sin embargo su reacción es completamente distinta cuando se trata de un no-local con chela en mano. El cuál recurrirá al asiento trasero de la patrulla o al pago inmediato de derechos.

Las preferencias al aplicar la ley hacen de ésta un absurdo absoluto, de ésta y de los encargados de aplicarla. Lo mismo aquí con elementos de seguridad encubriendo a un agresor desnudo o en mayor escala con el ejército mexicano arreglándose a balazos patrocinados por los gringos. Las medidas tomadas para establecer la ley contradicen a la misma en algunos casos, en varios desestabilizan el bienestar social, porque la ley no es más que un pretexto de quien la dicta, medidas de control con fines lucrativos.

No es posible, por ejemplo, que los bancos estén diseñados para beneficiar únicamente al rico y robar al resto de sus jodidos tarjeta-habientes, eternos deudores plásticos. Aquí recuerdo la famosa cita de Brecht: ¿Qué es el robo de un banco en comparación con fundar uno? Si la ley en verdad tuviera raíz en la justicia social, los balazos del ejército no irían dirigidos a las costillas de algunos analfabetas norteños millonarios que le hacen al Capone contemporáneo, no, irían dirigidas a las corbatas de diseñador de los fundadores de estas casas de robo legitimadas, a sus piernas cubiertas por pantalones de vestir, a sus costosos lentes que les ayudan para contar el botín.

Qué pasaría si las graduaciones universitarias se celebraran cerrando las calles deliberadamente, si el gobernador en turno hubiera sido juzgado en verdad, si los hijos de la ex primera dama fueran quemados en sus propiedades robadas, si la historia le recordara a los Jenkins los orígenes de su fortuna. Qué pasaría si se dibujara algo de justicia a través de las leyes. Jamás en este mundo, jamás en este país.

En las escuelas de derecho enseñan a exprimir la ley como una naranja a conveniencia, en las escuelas, en general, se enseña poco de justicia, al contrario, se reproducen los modelos de robo legal, de estafa profesional, de saqueo con guante blanco.

Observemos mientras el penacho de Moctezuma en un museo austriaco, en la espera por alguien que sí lo pueda devolver. No hay superhéroes ni leyes, agárrese del barandal y disfrute el viaje sin apegarse, que todo lo perderá.


Evaristo Galvanduque

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